Reseña de Dora Bruder y La calle de las tiendas oscuras de Patrick Modiano
Una nota en un viejo diario de 1941 en la que se anuncia la
búsqueda de una adolescente desaparecida en París durante la ocupación nazi es
el indicio que desencadena la narración en “Dora Bruder”, un breve relato, más
cerca de la crónica que de la novela, del premio Nobel de Literatura, Patrick
Modiano. La descripción detallada de la chica de 15 años, su estatura, su ropa,
y la dirección de sus padres en un bulevar parisino, pone en movimiento una escritura
que avanza en la forma de una investigación, una pesquisa que se desenvuelve tanto
en las calles de París como en archivos documentales pero, sobre todo, en la
memoria personal del narrador. Establecer correspondencias, por tenues que
sean, entre el pasado personal y los ínfimos retazos de vida de esa adolescente
que terminó en las cámaras de gas de Auschwitz, es el trabajo de esa búsqueda
insistente, que logra así dar espesor y vida al destino trágico de Dora y de
tantas como ella. “Lleva tiempo conseguir que salga a la luz lo que ha sido
borrado”, susurra Modiano, que en sus relatos ha acometido obsesivamente la
tarea de desenterrar ese pasado oscuro de la Francia ocupada, la persecución a
los judíos franceses por parte de sus propios connacionales y el
colaboracionismo puesto en evidencia en toda su complejidad en el guión de una
película como Lacombe, Lucien, de
Louis Malle. Con paciencia de arqueólogo, reconstruye la vida humilde de los
padres de Dora, judío austríaco, enrolado en la Legión Extranjera y herido de
guerra, él; húngara, ella; que internan a su hija en un colegio católico porque
no pueden mantenerla o porque consideran que así logrará estar a salvo de las
requisitorias nazis. Pero Dora es rebelde, se escapa una y otra vez. Es imposible
saber en qué medida los esfuerzos de sus padres por encontrarla incidieron en
su deportación.
Pero es París, la gran ciudad testigo del tiempo, la
verdadera protagonista de este relato. La descripción de las calles y cafés
parisinos, en la agitación de la vida cotidiana, se ve de pronto atravesada por
la densidad de los hechos del pasado que, como capas geológicas, están allí,
presentes, de manera inquietante. “Algunas noches la ciudad de ayer se me
aparece con reflejos furtivos detrás de la de hoy”, escribe. La actividad del
novelista, además de “dar fe” de esas existencias segadas por el nazismo, se
presenta como un medio privilegiado para llegar a captar, al menos, “un vago
reflejo de la realidad”.
El tema de su propio padre, recurrente en la narrativa de
Modiano, reaparece en esta crónica de manera fragmentaria. Detenido durante la
ocupación, ese episodio es una referencia para tratar buscar sutiles puntos de
contacto con Dora -¿era ella la muchacha que iba en el coche celular, entre
muchos otros, junto con el padre detenido?-, una búsqueda circular por medio de
la cual la historia lo interpela en lo más íntimo. “Quizás soy yo quien ha
querido que mi padre y ella se cruzasen en ese invierno de 1942. Por muy
diferentes que fuesen, habían sido catalogados en la misma categoría de
réprobos.”
Magros son los resultados de la investigación sobre Dora
Bruder, pero las fotos recopiladas, los datos sobre el destino de Dora y su
padre camino a Auschwitz, una carta conmovedora de otro deportado en la misma
fecha que ella, logran el objetivo de sacar su existencia del anonimato y adoptar esa experiencia traumática como
propia. No obstante, podemos preguntarnos si es suficiente, sobre todo en un
texto anfibio entre la novela y la crónica.
Los temas y procedimientos puestos en juego por Modiano en
este relato pueden reconocerse, también, en sus ficciones, el trauma del nazismo y el tema de la
identidad toman formas diversas pero allí están. En “La calle de las tiendas
oscuras”, por ejemplo, ganadora del premio Goncourt en 1978 y reeditada este
año, la investigación obsesiva por distintos rincones de París es encarada por
un detective privado que sufre de amnesia. La situación, de una ironía digna de
Bustos Domecq pero sin el menor rastro de humor, orienta una búsqueda por
archivos y rincones de París que responde a la angustia por develar la propia
historia; aquí, la identificación con las vidas ajenas es llevada al extremo de
no saber si esa vida es efectivamente la propia, si la figura de la foto es uno
mismo. El espacio se carga de dramatismo y oscuridad, cada nuevo lugar en el
que ha sucedido una escena del pasado lleva la carga potencial de un crimen. Y
París se cubre de sombras de un tiempo ominoso. En La calle… los oscuros personajes de otro tiempo permanecen
agazapados en algún sitio y sus voces todavía resuenan en el teléfono, así como
en Dora Bruder el padre teme haber
visto, años después de la ocupación, al comisario Schweblin, responsable de la
detención de judíos.
Publicada en francés en 1999, Dora Bruder nos llega quizás a destiempo a los argentinos que no
podemos más que confrontar este texto con la diversidad de relatos locales
sobre los desaparecidos, en particular aquellos escritos por los hijos. Frente
a la frescura o la irreverencia de voces
como las de Félix Bruzzone o Laura Alcoba, cuesta sentir el pathos de Modiano como actual, más allá
de los méritos evidentes del rescate de esa figura anónima con toda la maestría
de su escritura. En todo caso, se esperan urgentemente en las librerías la reedición
de las restantes novelas del Nobel, tan difíciles de encontrar.
Alejandra Rodríguez Ballester
Reseña publicada en la revista Ñ el 27/12/2014
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