Llámenme Casandra
no era el título original con que la novela de Marcial Gala se presentó al premio.
Pero es un hallazgo, porque condensa muchos de sus significados. Es un título
muy literario -con ecos del comienzo de Moby Dick de Melville: “Call me Ishmael”-, en el que aparecen dos elementos que
estructuran fuertemente la novela: uno de ellos es la alusión a la literatura
clásica y al personaje de Casandra, la hija de Príamo, la adivina, que predice
la derrota de Troya pero no es escuchada. El paralelo con la Ilíada recorre esta novela que narra otra
guerra, la guerra civil de Angola, en la
que participaron las fuerzas internacionalistas cubanas.
Otro elemento elocuente del título es el uso del imperativo,
que reclama ser llamado con otro nombre, el deseo del protagonista de asumir
una nueva identidad.
Llámenme Casandra
narra la vida de un niño, luego adolescente trans en la Cuba de los años 70 y
80, una sociedad en la que el machismo y una profunda homofobia se confunden
con el deber ser revolucionario. Rubio y afeminado, Rauli produce incomodidad
en su padre y se viste de mujer a pedido de la madre, que de esa manera recuerda
a su hermana muerta. En la escuela le hacen bullying, lo llaman mariquita y
“sin huesos”.
A los 17 años, pese a su endeblez y evidente condición
homosexual, siguiendo el mandato de heroicidad que reiteran las canciones
revolucionarias, Raúl se alista en el ejército y marcha a la guerra de Angola,
donde sufrirá una escalada de abusos y malos tratos. Los soldados del batallón
lo llamarán Marilyn Monroe; el capitán abusará de él y lo someterá a repetidas
violaciones para finalmente culparlo y asesinarlo.
Pero Rauli es también un gran lector. Desde chico, descubre a los clásicos y se entusiasma con la Ilíada. Ese mundo fantástico de héroes,
dioses, profecías, y destinos trágicos forma parte de su imaginación. Querría
ser Casandra, y está convencido de que puede predecir el porvenir. Tiene la
clarividencia del débil, puede percibir lo que va a ocurrir pero, como
Casandra, sabe que no será escuchado.
Desde la primera página sabemos que Raúl va a morir en
Angola y ese destino trágico es ineludible, aquí hay otra marca de la
literatura clásica. Su voz enuncia desde la muerte, desde la nada, pero la
anticipación de su propia muerte y de muchas otras, se sostiene en la cualidad
visionaria de Casandra. La voz de esta profetisa apuntala una compleja arquitectura
narrativa y un manejo del tiempo en espiral, con anticipaciones y
retrospecciones constantes, con un contrapunto entre Cuba y Angola, entre la
niñez y la adolescencia, que da profundidad narrativa a Llámenme Casandra, un relato envolvente que seduce y conquista al
lector.
A diferencia de Sentada
en su verde limón, una novela anterior de Marcial, donde los personajes se
hunden en la sordidez y la desesperanza, en Llámenme
Casandra el lector encuentra remansos de poesía. Narrada desde una
subjetividad tierna y exuberante que recuerda a Puig, la novela de Marcial Gala
adquiere dimensión poética y universalidad. Los dioses griegos se funden con
los orixás africanos, y el destino de este pequeño cubanito se integra
dolorosamente con el “turbión de muertos” que las guerras masacraron desde la
caída de Troya hasta nuestros días.
Por la ternura de su protagonista, por el hallazgo de esa
voz narrativa no exenta de ironía, por el entramado de localismo y
universalidad, de vida cotidiana y gran historia, Llámenme Casandra es una gran novela que leí con felicidad a pesar
de la violencia de los hechos que narra, una novela que estoy segura de que
hará muy felices a sus lectores.
Alejandra Rodríguez Ballester
(texto leído en la presentación de la novela en la Feria del Libro, 4/5/19)
Felicitaciones Marcial Gala y Alejandra Rodríguez Ballester: tu reseña nos lleva a leer la novela, sin dudas.
ResponderEliminarmuchas gracias
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