Rodolfo Walsh hablaba del “violento oficio de escribir”. Michel
Foucault alertaba sobre “las luchas, victorias, heridas, dominaciones,
servidumbres” detrás de las palabras. Borges retrucaba en un ensayo a un
alarmado Américo Castro, en defensa de nuestro rioplatense, a favor del idioma de los argentinos. Y Juan María
Gutiérrez, en un gesto de afirmación de la soberanía lingüística, eligió
rechazar en 1875 el sitial que se le ofrecía en la Real Academia Española. Lo
cierto es que el terreno de la lengua, lejos de resultar un espacio neutro o armónico,
se presenta como un ámbito de tensiones, arena para luchas diversas: políticas,
sociales, de género. La celebración del VIII Congreso Internacional de la
Lengua Española (CILE) en la ciudad de Córdoba, del 27 al 30 de marzo, se
propone como foro de reflexión y análisis de los problemas y retos del español.
Como no podía ser menos, este congreso impulsado por el Instituto Cervantes, La
Real Academia Española y 23 academias de la Lengua de América, además de
organismos provinciales y nacionales, llega precedido por polémicas de distinto
tipo, desde las ligadas con el género y el lenguaje inclusivo hasta las
relacionadas con la soberanía y los derechos lingüísticos.
Con sede en “la Docta”, así llamada porque en 1613 se fundó allí
la primera universidad del país y la segunda de América latina, la Universidad
de Córdoba -donde se desarrollarán muchas de sus actividades -, el CILE reunirá
destacados lingüistas y académicos – entre ellos Ignacio Bosque, Alfredo Matus,
José Luis Moure- , escritoras y escritores – Mario Vargas Llosa, María Teresa
Andruetto, Juan Villoro, Jorge Edwards, Sergio Ramírez, Ana María Shúa, Martín
Caparrós, Elsa Osorio, Jorge Volpi, Luisa Valenzuela, Elvio Gandolfo, Perla
Suez, son algunos de ellos-, estudiosos de la literatura – Martín Prieto,
Christopher Domínguez- pero también artistas, músicos, periodistas como Norma
Morandini, Juan Cruz y Jorge Fernández Díaz. Además, el cantante Joaquín Sabina
compartirá una mesa con los poetas Guillermo Saavedra y Elvira Sastre;
Alejandro Dolina integrará otra, lo que muestra la intención de que el evento
trascienda las fronteras habituales de los foros académicos. Además, en torno
al CILE – que requiere inscripción previa y entrada paga - se realizarán, a
partir del 20 de marzo, el Festival de la palabra – con eje en la Feria del
Libro-, un seminario para periodistas y otro para profesores de español –ambos
el 25 y 26 de marzo-. Un dato no menor es que el Congreso será inaugurado por
el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, el rey de España, Felipe VI, el presidente
Mauricio Macri, además de autoridades académicas y provinciales.
“El lema del congreso, «América y el futuro del español», es
una declaración de principios –afirmó Luis García Montero, director del Instituto
Cervantes-. Por un lado, expresa la convicción de que el español será lo que
quiera América, y es lo que vamos a debatir los más de 250 de especialistas
venidos de los cinco continentes. Creo que la pujanza del español es un hecho.
Actualmente la comunidad hispanohablante supone el 7,6% de la población mundial
y, además, configuramos un eje de identidad cultural y lingüística formado por
23 países.”
Por su parte, el presidente de la Academia Argentina de
Letras, José Luis Moure, agregó que “hoy en día el español es, por su número de
hablantes, por su distribución geográfica, el español de América, que es hoy el
centro desde el cual se mira el conjunto del español. Esto sin hacer ningún
recorte a la importancia del español peninsular,” afirmó.
El español como lengua universal; lengua e interculturalidad;
los retos del español en la educación del siglo 21; el español y la sociedad
digital y la competitividad del español como lengua para la innovación y el
emprendimiento, serán los ejes vertebradores del encuentro.
“Yo fui quien bregó
porque la palabra educación estuviera en el lema del CILE –subrayó Moure-. Un
congreso de este tipo demanda una importante inversión, de manera que hay que
tener en cuenta las necesidades del país, hay grandes insuficiencias en el
aprendizaje de la lengua, en el manejo de su registro culto o alto.” Entre las
actividades educativas del CILE, las Academias de la Lengua junto con el
Ministerio de Educación impulsaron un concurso de bibliotecas escolares llamado
Palabras en acción.
La afirmación de que el futuro del español está en América pareciera
entrar en contradicción con la percepción muy instalada de la hegemonía de las
instituciones españolas sobre sus pares americanas en la organización de este
congreso.
Un encuentro paralelo, a realizarse también en Córdoba,
titulado Encuentro Internacional:
derechos lingüísticos como derechos humanos, se levanta como un
contracongreso desde la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Las
impulsoras de este encuentro se plantan “en abierta disputa con las políticas
que organizan estos congresos”. “Se trata de congresos de promoción del español
que forman parte de una línea política del estado español, que tiene muchos
problemas lingüísticos al interior de su territorio pero intenta instalar la
idea de una lengua homogénea, sin conflictos, como si la lengua garantizara la
hermandad. Se construye una comunidad iberoamericana en contra de lo que podría
llamarse una comunidad latinoamericana”, sostiene Beatriz Bixio, profesora de
la Escuela de Letras de la UNC. “Cuando se promueve tanto el valor de una cosa,
se desmerece lo otro. Promocionar tanto el español desmerece la lucha de las
comunidades originarias, para quienes el español es signo de colonización,”
agregó Bixio, quien también criticó la asimetría en la relación de la RAE con
las otras academias de la lengua.
Vender la lengua
Para comprender los debates actuales en torno al Congreso de
la Lengua conviene remontarse a los años 90, cuando su principal impulsor, el
Instituto Cervantes, se propuso “promover universalmente la enseñanza, el
estudio y el uso del español y contribuir a la difusión de las culturas
hispánicas en el exterior”, acentuando el carácter de “patrimonio común” de la
lengua en los países hispanohablantes. El Cervantes logró expandirse a 44
países, creando 87 centros, en ciudades tan distantes como como Shangai, Nueva
Delhi, Kuala Lumpur y Sidney. Su principal autoridad es el mismísimo rey de
España y su existencia parece responder a una verdadera política de Estado. En
sus documentos se enfatiza el “valor económico” del español y su aptitud como
lengua de negocios, al contar con más hablantes nativos que el inglés, responsable
del 16 % del PBI de España. Bautizando esta expansión como la “batalla del
idioma”, el académico José del Valle señaló en 2004 y 2007 la coincidencia de
esta promoción de la hispanofonía con el desembarco en los años 90, de empresas
españolas globales, desde editoriales a bancos y petroleras. Los impulsores actuales
del contracongreso también esgrimen este argumento.
Pero hay otra batalla subyacente que atañe a la Argentina, que
hizo correr ríos de tinta y tiene que ver con la administración de los diplomas
de español. Desde los años 80, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y su
Laboratorio de Idiomas daban cursos de español para extranjeros. “Existía la
preocupación por contar con un certificado argentino del nivel de idioma. Así
nació el Certificado de Español Lengua y Uso (CELU), que se administra
actualmente en un consorcio de 59 universidades nacionales”, narra la lingüista
Leonor Acuña, una de las impulsoras de este examen avalado por los ministerios de Educación y
Relaciones Exteriores y reconocido en 2004 por Brasil.
Pero en 2016, desconociendo la existencia de este certificado
–CELU-, y la experiencia de años de investigación y enseñanza de español como
Lengua Extranjera en la Facultad de Filosofía y Letras, el Consejo Superior de la
UBA adhirió al diploma SIELE, Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua
Española, impulsado por el Instituto Cervantes en asociación con la Universidad
Autónoma de México, la Universidad de Salamanca y administrado por la empresa
Telefónica. Se trata de una prueba internacional comparable al TOEFL para el
inglés, que puede realizarse online. En ese momento, hicieron oír sus reclamos
consejeros de la misma universidad además de escritores e intelectuales como
Tamara Kamenszain, Noé Jitrik, María Teresa Andruetto, entre otros, que se
pronunciaron en una carta pública, en contra de lo que se consideró “una grave
intromisión en la independencia lingüística de América latina”. Actualmente,
estos exámenes coexisten. Para algunos, como Bixio, en esa pulseada se perdió
una batalla.
Al respecto, Luis García Montero dio otro punto de vista: “hasta
ahora no existía un certificado internacional en español emitido por
instituciones de varios países hispanohablantes. Creo que el SIELE es un paso
adelante y permite al alumno usar cualquiera de las variedades lingüísticas del
mundo hispano”.
Los expertos consultados subrayaron que es insoslayable
reconocer que existe una política lingüística implícita en la organización del
Congreso de la Lengua – donde desde los temas y los participantes están
definidos desde una clara hegemonía de las instituciones peninsulares-, y que
resulta imperioso que la Argentina defina y priorice una política lingüística
propia, adecuada a sus problemas, metas y necesidades.
En estos días en que el castellano será protagonista, además
de celebrar el parentesco que nos permite disfrutar del Quijote y escuchar “con
los ojos a los muertos”, como decía en un verso memorable don Francisco de
Quevedo y Villegas, tal vez sea hora de mirar hacia adentro, fijar nuestras
propias prioridades en materia idiomática y recordar que detrás de las palabras
hubo y sigue habiendo batallas que no están zanjadas.
Publicada en la revista Ñ, 16 de marzo de 2019, con el título: “Los
acentos que invocan el futuro”